jueves, 12 de enero de 2012

Cenicienta y el zapatito de cristal

Si se le preguntase a l@s chic@s (y no tan chic@os) que aman la historia de Cenicienta: ¿quién es el autor del cuento? probablemente nos respondan: Walt Disney.
No habría de qué asombrarse: lo sorprendente hubiese sido que respondan Charles Perrault. Sin embargo, ninguna de las dos respuestas sería correcta del todo. Les contes de Perrault no son en realidad cuentos inventados por Perrault sino que el escritor llevó a la literatura cuentos de tradición oral, de la misma manera que Walt Disney llevó al cine un cuento literario.
Perrault bautizó al cuento "Cendrillon ou la petite pantoufle de verre" (Literalmente: Cenicienta o la pequeña pantufla de vidrio). Notemos que, en comparación con la versión que nosotros conocemos, hay al menos dos palabras que llaman la atención: pantoufla en lugar de zapato y vidrio en lugar de cristal. Digamos que lo que caracteriza a la pantufla es que carece de talón, a diferencia del zapato. Esto puede explicar por qué Cenicienta pierde su calzado al bajar las escaleras. Con respecto al material, el vidrio es de menor calidad que el cristal: no tiene su transparecia y se caracteriza por ser muy quebradizo.
¿Por qué Perrault utilizaría un calzado y un material tan poco elegantes para vestir a una princesa de ensueño? La respuesta, aparentemente, hay que buscarla en la tradición oral.
Según Balzac, el cuento de tradición oral hablabla de Cendrillon ou la pantoufle de vair. El vair era un material reservado para las clases sociales más altas, es decir que su elección concuerda perfectamente en el cuento de Cenicienta. Pero el uso de este material, muy preciado entre los años 1300 y 1500, fue perdiendo vigencia y para la segunda mitad del siglo XVII, época en la que Perrault redacta la versión escrita del cuento, la gente ya no relacionaba vair con la piel de ardilla. Ahora bien, tanto vair como verre se pronuncian exactamente de la misma manera. En la tradición oral, entre la gente que no sabía leer ni escribir, se identificó la pronunciación [vεr] con un material mucho más frecuente para la época: le verre.
Pequeña decepción tal vez para l@s amantes del cuento que debería llamarse Cenicienta o la pantuflita de vero.

martes, 10 de enero de 2012

Quatre-vingts

Además de plantear una pregunta muy interesante sobre los números en francés, Guillermo me pasó una página excelente para los amantes de la lengua francesa: Merci professeur ! Lo primero que hice entonces fue buscar si este buen profesor había tratado el tema de los números. Encontré en primer lugar un video sobre quatre-vingts. ¡Les propongo que primero lo vean! Tengo que confesar desde ahora que me encuentro en las antípodas de este buen profesor. Y explico por qué. El profesor afirma: "Une fois de plus, la littérature aide au progrès du français." Sencillamente, desde mi punto de vista, la frase no tiene ningún sentido. ¿Qué significa el "progreso" en un idioma? ¿Cuándo progresa un idioma? Sólo para aquél que piense que hay idiomas mejores o peores, ricos o pobres, se puede hablar de progreso. Para los que no pensamos así, no hay ningún progreso, sólo evolución. Y evolución significa simplemente cambio, no para mejor, sino simplemente cambio a algo distinto. Pero además, si hay algo que ha decididamente trabado los cambios, si hay algo que ha decididamente fomentado el statu quo, ha sido la literatura. Los idiomas evolucionan, por sobre todas las cosas, gracias a la lengua hablada. El campo semántico utilizado por este buen profesor destila juicios de valor sobre la lengua: peyorativos para el uso francés (médiéval, défaut, lourd, malcommode, ambigu); laudatorios para el uso suizo o belga (naturel, cohérent, adoptons-le!). Nada de esto tiene mucho sentido. Es como querer convencer a los chinos de que es más fácil comer el arroz con tenedor. ¡Primero habría que preguntarse si a los chinos les resulta dificil comer con palillos! Pero además, las propuestas del buen profesor son decididamente ridículas: propone dejar de decir quatre-vingt-treize porque "neuf-trois est plus commode". No me imagino a nadie que desee eliminar noventa y tres del español para reemplazarlo por el ¡nueve-tres! Poco convencido con sus argumentos, me decidí a mirar otro de sus videos: septante ou soixante-dix? Mírenlo antes de seguir. Yo no encontré nada nuevo. Prácticamente una repetición del anterior. Hasta con las mismas palabras y los mismos ejemplos. Aquí se detiene nuevamente en la supuesta ambigüedad, como si fuese un argumento de peso: decir "soixante-quinze" llevaría a error porque al escuchar "soixante-..." uno escribiría "6-" y luego al escuchar "...-quinze" tendría que borrarlo para escribir "75". Argumento tan absurdo como suponer que si dicto "dos mil doscientos" en español, uno escribiría "2000" al escuchar "dos mil" para luego borrarlo y escribir "2002" al escuchar "dos" para luego borrarlo y escribir "2200" al escuchar "cientos". Decidí darle una tercera oportunidad a este buen profesor y me vi el video vingt et un, quatre-vingt-un. (¡Veanlo!) Aquí el buen hombre (ya no me atrevo a llamarlo profesor) derrapa de una manera estrepitosa al afirmar: "L'incohérence est maximale, si j'ose dire, entre d'une part vingt et un et son multiple quatre-vingt-un." ¡¡Increíble escuchar que 81 es múltiplo de 21!! Pero esto ni siquiera es lo peor. Podemos suponer que no entiende demasiado de matemáticas. Pero afirmar que es incoherente que se diga "vingt et un" y no se diga "quatre-vingt et un" es no entender nada de nada. En quatre-vingt-un tenemos a quatre multiplicando vingt a lo que luego se le agrega un (cuatro veces veinte más uno). Si se escribiese quatre-vingt et un tendríamos a quatre multiplicando vingt et un (cuatro veces veintiuno) ¡¡lo que ya no sería 80 sino 84!! Salvo estos videos dedicados a los números y a su postura de juez sobre la lengua, creo que los videos que propone son sumamente interesantes... ne serait-ce que pour les réfuter !

lunes, 9 de enero de 2012

Los nombres "des nombres"

Este artículo intenta responder a la inquietud de Guillermo: "¿Se sabe por qué o cómo [los franceses] decidieron ese bizarro sistema de numeración que para en 69 y empieza con fórmulas raras como sesenta y diez o cuatro veces veinte?"
Pero antes, un par de observaciones. En francés, bizarre tiene el sentido de "poco común, raro"; pero en español, bizarro significa "valiente". Sin embargo, el uso en español de bizarro para significar "raro" es muy habitual. Este faux ami devenido en emprunt nos muestra que la lengua se va "cocinando" con variados ingredientes sin que haya previamente una receta, es decir, sin que haya un "plan previo".
Tampoco es cierto que el sistema de numeración francés "pare" en el 69: como en español, ¡continúa con el 70! Es obvio que la frase de Guillermo se entiende si reconstruimos imaginariamente su manera de pensar: "Los números en francés siguen prácticamente la misma lógica que en español. Pero la similitud se acaba (para) en el 69. De allí en adelante, el sistema francés empieza con fórmulas raras". Ahora bien, "rara" significa en realidad que no es como en español, es decir, que no es como nosotros estamos acostumbrados a contar. Y aquí vemos que el problema está en considerar que nuestro idioma es "la norma" y los demás idiomas no son más que una traducción: existen "las cosas" y cada idioma le pone un nombre distinto. Pero ya Saussure, hace más de 100 años, enseñaba que "cheval" y "caballo" no son dos etiquetas para el mismo animal ¡sino que son dos nociones distintas!
Gracias a Guillermo que planteó la pregunta pudimos explicar en principio algo de suma importancia para los estudiantes: aprender una lengua no consiste en aprender un vocabulario sino en aprender una nueva manera de ver el mundo.
Estamos tan acostumbrados a utilizar nuestro sistema decimal que nos parece el único posible. Sin embargo, hay muchísmos otros sistemas tan eficaces y coherentes como el nuestro. No hay un sistema intrínsecamente mejor que otro de la misma manera que no hay una lengua mejor que otra. Por ejemplo, cuando vamos a comprar huevos, pedimos "una docena". Y si no quisiéramos tantos pediríamos "media docena". En este caso, no estamos utilizando "nuestro sistema decimal", de lo contrario pediríamos "doce huevos" o "seis huevos". Cuando decimos que tenemos dos semanas de vacaciones, tampoco estamos usando "nuestro sistema decimal"; de lo contrario diríamos "tenemos 14 días de vacaciones". Los relojes tampoco utilizan el sistema decimal: después del 59 ¡viene el 0! Las computadoras utilizan el sistema binario donde sólo existen los 1 y los 0. Hay distintos sistemas. Ni mejores ni peores.
¿De dónde viene nuestro sistema decimal? Se supone que del hábito de contar con los dedos de las manos. Pero nada impide utilizar también los dedos de los pies. En este caso, en lugar de un sistema en base 10, tendríamos un sistema en base 20. En lugar de 10, 20, 30, 40... contaríamos 20 (vingt), 40 (deux-vingts), 60 (trois-vingts), 80 (quatre-vingts).
Ahora bien, imaginemos que el pueblo que utiliza el sistema en base 20 es conquistado por un pueblo que utiliza un sistema en base 10. Necesariamente, entre los pobladores de uno y otro pueblo va a haber influencias cruzadas. De la misma manera que nostros adoptamos el significado de bizarre y lo hacemos propio. El resultado no es ni bueno ni malo. Sólo diferente.

domingo, 8 de enero de 2012

El unicornio y la licorne

Es común que la misma palabra tenga géneros diferentes en español que en francés. Por ejemplo, en español decimos una agenda (femenino) pero en francés un agenda (masculino). Hay tal cantidad de ejemplos que sería imposible citarlos a todos. Queda claro que las cosas no tienen "sexo" y por lo tanto la utilización de uno u otro género es más bien arbitraria, una exigencia de lenguas que, como el español y el francés, han prácticamente eliminado el uso del neutro latino.
Un poco más curioso podría ser el caso de los animales, puesto que en ellos sí se puede distinguir entre sexos. Aun así, sigue sin haber coincidencia: en español decimos una rata (femenino) y en francés un rat (masculino); en español decimos un ratón (masculino) y en francés une souris (femenino). Está claro que esto se da en casos donde, para el común de la gente, es muy difícil distinguir entre macho y hembra.
Un caso curioso es el de un animal fabuloso: en español decimos el unicornio (masculino) y en francés, la licorne (femenino). ¿Por qué existe esta diferencia de visión sobre un animal imaginario? La respuesta es bastante curiosa.
Empecemos diciendo que en francés antiguo unicornio se decía ¡¡unicorne!! Es decir que se trataba exactamente de la misma palabra. No sólo eso, sino que además unicorne ¡era una palabra masculina! Pero como siempre la fonética metió la cola...
La pronunciación de unicorne es [ynikorn]. El común de la gente, que no sabía leer ni escribir, asimiló el sonido inicial de unicorne, es decir [yn], con el artículo indefinido femenino une [yn]. Es decir que estableció la siguiente segmentación del discurso:
[yneglise] --> une église
[ynekol] --> une école
[ynil] --> une île
[ynikorn] --> ¡¡ une icorne !!
Y por este paralelismo establecido a partir de la pronunciación, se creó una nueva palabra que, como por arte de magia, pasó a ser del género femenino. Pero esto no acaba acá...
Tenemos que nuestro animal fabuloso, de unicorne que era pasó a ser une icorne. Y de macho que era, pasó a ser femenino. (Cualquier parecido con la realidad...)
Si la palabra icorne con artículo indefinido daba une icorne, con artículo definido debía dar la icorne. Sin embargo, debido a otro fenómeno típico del francés, la élision, la icorne debía ser l'icorne (como l'église). Pero como siempre la fonética metió la cola...
Resulta que a esa misma gente que no sabía leer ni escribir, l'icorne [likorne] le parecía una única palabra: licorne. Por lo tanto, sabiendo que la palabra era femenina, le restituyeron su artículo definido para dar lugar a la licorne.
Este fenómeno de amalgamar el artículo al sustantivo es muy común en español. Por ejemplo, en árabe qutun significa algodón. De qutun surgieron las palabras coton del francés y cotton del inglés. Ahora bien, en árabe, la palabra qutun precedida de su artículo era al qutun (le coton). En español, el artículo al fue amalgamado al sustantivo: al qutun devino algodón. Luego, como con la licorne, se le debió agregar un nuevo artículo para dar el algodon (literalmente ¡¡le le coton!!)

sábado, 7 de enero de 2012

El francés y la cedilla

Uno estaría tentado a decir que no hay nada más francés que la cedilla. De hecho, la misma palabra français se escribe con cedilla. La vemos desde nuestras primeras lecciones (leçons) de francés: ça va?
Sin embrago, la cedilla no es un invento francés. De hecho, el francés lo tomó ¡del español!
Digamos para empezar que cedilla es un típico diminutivo español: cigarrillo, cerilla, chiquillo, natilla... ¿Y de qué es diminutivo cedilla? Pues de ceda, que es otra manera de decir zeda, que es otra manera de decir ¡¡zeta!!
Tenemos entonces que la cedilla es un zeta pequeña. ¿Para qué servía? Pues como ya sabemos, la letra c se pronuncia s delante de e o i (cena [sena], cine [sine]) pero se pronuncia k delante de las otras vocales (casa [kasa], color [kolor], cuna [kuna]). Digamos para ser más precisos que la c delante de e o i se pronuncia como una s en América, porque en España se pronuncia como una z. De hecho, la c y la z son complementarias: se utiliza z delante de a (zanahoria), o (zorro) y u (zumo) pero nunca delante de e o i (con excepción de zeta y zinc). Por otro lado, la c sólo tiene sonido de z delante de e o i pero nunca delante de a, e y u, donde se pronuncia como la k.
La c del latín se pronunciaba siempre como una k, independientemente de la vocal que siguiera (Cicero [kikero]). Pero con el tiempo, delante de e y de i pasó a tener un sonido africado: ts (como la z de pizza).
Para indicar entonces que la segunda c de cabeca debía pronunciarse como la z de pizza y diferenciarla así de la primera c, se le agregaba una zeta pequeña debajo: cabeça. Con el tiempo, el sonido africado se reduce a z en España y a s en América.
La cedilla desaparece del español pero se continúa usando en otras lenguas como el portugués, el catalán (p.e. el Barça) y el francés.
Podemos decir entonces que ¡no hay nada más español que la cédille!

La pronunciación de la X en francés

Suele suceder que una misma letra se pronuncie de maneras distintas según el contexto. Por ejemplo, la c se pronuncia como una k en casa [kasa] pero como una s en cena [sena].
La x en francés es un caso interesante. Se pronuncia igual que en español por ejemplo en taxi [taksi], es decir como si se tratase de dos consonantes: ks.
Pero en las palabras que comienzan con ex- y continúan con vocal, la x se pronuncia [gz]: exact [egzakt].
La condición de consonante doble de la x explica por qué las palabras que comienzan en ex- se escriben sin acento: école / exact. La diferencia se ve en la transcipción fonética ya que lleva acento agudo la e que está en final de sílaba en el escrito y en el oral (Para aprender las reglas de acentuación en francés, véase el Anexo 1 del libro Conjugar en Francés.) Si bien la e parece final de sílaba en ambas palabras, al separar en sílabas sus transcripciones fonéticas observamos que la e de exact no es final de sílaba en el oral: [e-kol] / [eg-zakt].
Sin embargo, la x no es una consonante doble en todos los contextos. En los números, por ejemplo, la x final se pronuncia como una s en six [sis] y dix [dis]. Esto es doblemente llamativo: primero por no funcionar como consonante doble pero segundo porque la regla general del francés establece que la x final de palabra no se pronuncia: faux [fo]. La excepción la da el caso de liaison donde la x final que normalmente no se pronuncia pasa a pronunciarse [z]: faux ami [fozami].
¡Pero esto no es todo! En el caso de dix-huit, la x se pronuncia [z] incluso si no es un caso de liaison (Recordemos que ésta se produce con una consonante final que normalmente no se pronuncia, pero como ya vimos ¡la x final de dix sí se pronuncia!). Que no se trata de un caso de liaison lo prueba el hecho de que en dix-neuf la x también se pronuncia [z] ¡aun cuando la segunda palabra no comienza con vocal!
Hay además otro caso en francés donde la x se pronuncia como una consonante simple y adquiere el sonido de una j, ¡sonido que no existe en francés! Es el caso de la palabra xérès.

Les faux amis

El origen común de dos lenguas como el español y el francés hace que podamos reconocer el significado de muchas palabras gracias a su parecido. Por ejemplo, étudier y estudiar. Sin embargo, muchas veces el parecido de algunas palabras puede llevarnos a una conclusión errónea: déjeuner no es desayunar sino almorzar. Éste es un caso de faux ami.
Ahora bien, podríamos quedarnos con esta simple constatación, o ir un poquito más allá y preguntarnos por qué existe este faux ami. De esta forma aprenderíamos varias cosas: antiguamente, déjeuner significaba justamente desayunar, por lo que hubo un tiempo en el que estas dos palabras no eran des faux amis. En ese entonces, dîner significaba almorzar y souper significaba cenar. En algún momento, debido quizás a ciertos hábitos de Louis XIV, se produjo un desplazamiento en el significado de las palabras: déjeuner significó almorzar, dîner pasó a significar cenar y souper indica el hecho de comer a una hora avanzada de la noche. Este desplazamiento en el significado de las palabras se produjo en Francia, pero no en Canadá o en Bélgica, por ejemplo, donde déjeuner continúa a significar desayunar. ¡Esto quiere decir que déjeuner y desayunar no son des faux amis en Canadá ni en Bélgica!
En Francia, el desplazamiento en el significado de las palabras que hemos descrito implicó la búsqueda de alguna otra manera de referirse al desayuno. ¡Para eso se recurrió a la misma palabra déjeuner! Sólo que para distinguirla del almuerzo se le agrega alguna otra indicación, por ejemplo déjeuner du matin como en la poesía de Jacques Prévert, o más comunmente petit déjeuner.
Curiosamente, en francés, la comida del día y el verbo que indica el hecho de ingerir esa comida tienen la misma forma:
déjeuner (almorzar) --> le déjeuner (el almuerzo)
goûter (merendar) --> le goûter (la merienda)
dîner (cenar) --> le dîner (la cena)
De ahí que, aunque parezca increíble e incluso muchos franceses no lo sepan, existe el verbo creado a partir de:
le petit déjeuner (el desayuno) --> petit déjeuner (¡¡¡desayunar!!!)
Normalmente, los franceses utilizan la expresión prendre le petit déjeuner para decir desayunar.